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Foro Nacional Calidad de la
        Educación 2010

“Aprendiendo con el Bicentenario”



  Hacer memoria para avanzar
Introducción

El Ministerio de Educación Nacional ha propuesto para el Foro Nacional del 2010 una
reflexión sobre la calidad, en el marco del Bicentenario de la Independencia. Esta
mirada que es retrospectiva pero también prospectiva, nos permitirá evidenciar los
desarrollos y retos de la política de calidad en la educación.

A lo largo de las últimas tres décadas el país ha concentrado muchos esfuerzos técnicos,
administrativos y financieros tratando de satisfacer una demanda creciente de
educación, que hace sólo veinte años era absolutamente insuficiente, mostrando cifras
de cobertura precarias en la educación primaria, muy preocupantes en la secundaria y
dramáticas en la educación superior y en la educación preescolar.

Es comprensible, entonces, que la preocupación central del Estado se haya orientado a
ampliar la cobertura, mejorar los sistemas de gestión, mejorar la eficiencia en la
asignación y utilización de los recursos y reforzar en lo posible la formación de los
maestros.

Hoy se pueden ver resultados muy satisfactorios de ese esfuerzo continuado, a pesar de
los altibajos naturales en la sucesión de diversos gobiernos y en la prioridad de las
políticas que cada uno haya definido, según las coyunturas particulares de cada período.
Pero, sin duda, Colombia ha recorrido un camino acertado y exitoso en su progreso
hacia la garantía del derecho a la educación. En esta búsqueda no sólo los gobiernos han
sido protagonistas. Los maestros han jugado un papel muy importante desde sus
organizaciones que han generado cambios y presionado transformaciones
fundamentales en el sistema. De igual manera es necesario destacar la gradual
participación de empresarios, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad
civil en la discusión de los temas más relevantes de la educación, así como en el
impulso de proyectos que en muchos casos desarrollan en alianza con entidades del
Estado, tanto nacionales como territoriales.

Aunque la preocupación por la calidad siempre ha estado presente en las discusiones
sobre el sector educativo, sólo en la última década ha comenzado a tomar un papel
protagónico, exigiendo cada vez precisiones mayores de manera que puedan traducirse
en políticas públicas, asignación de nuevos recursos y definición de mecanismos de
verificación. Aunque también en este sentido se ha avanzado, todavía hay mucha
divergencia en los juicios que se formulan desde diversas perspectivas. Es verdad que el
establecimiento de pruebas nacionales como la prueba del ICFES, que se realiza a los
bachilleres, y las pruebas SABER para la primaria y la secundaria, han permitido tener
diagnósticos parciales sobre ciertos aprendizajes. También es importante la
participación del país en pruebas internacionales que nos permiten una comparación con
otros países. Sin embargo los resultados todavía están distantes de ser satisfactorios y no
resulta muy claro cuáles son los caminos para hacer mejoramientos importantes en el
corto plazo.

Quienes se ocupan de estos temas no están de acuerdo en definir las variables precisas
sobre las cuales habría que actuar prioritariamente para conseguir estos cambios,
aunque hay un consenso generalizado que muestra la importancia de incidir tanto en los
procesos de enseñanza y aprendizaje, es decir en la pedagogía, como en lo que muchos
denominan factores asociados, que incluyen las condiciones socio económicas de la
población, el capital cultural familiar, la estructura organizativa de las instituciones, la
disponibilidad de materiales educativos, el acceso a nuevas tecnologías y los modelos
de gestión escolar.

La complejidad del problema no puede abordarse exclusivamente desde una mirada
académica o desde las fórmulas recomendadas por grupos de expertos. Por eso es
indispensable involucrar en el análisis a quienes cotidianamente se ocupan de la tarea
educativa: maestros, estudiantes, padres de familia y administradores de la educación en
los niveles locales. Es allí, en cada municipio y vereda, en cada institución y en cada
aula, donde se gestan las soluciones. Pero no basta ese nivel práctico del acto educativo,
pues el hallazgo de fórmulas exitosas que hacen los maestros con sus estudiantes en las
comunidades donde trabajan debe ser elaborado, compartido y generalizado, tal como
ocurre en todas las profesiones, pues ello es lo que enriquece el saber colectivo y
conduce a la construcción de un conocimiento social ampliamente compartido.

Este propósito supone que en ciertos momentos todo ese inmenso conglomerado
profesional pueda encontrarse en torno a un tema común, buscar lenguajes comunes y
dar valor a los hallazgos que se realizan en diversos lugares a partir de una gran
diversidad de concepciones teóricas y de estrategias prácticas.

Este año la invitación se centra en el aprendizaje, en un contexto particular que marca la
conmemoración del Bicentenario. Este marco contextual orienta la discusión hacia la
revisión del camino que se ha recorrido desde 1810 en la gradual consolidación de las
instituciones republicanas y en una búsqueda del desarrollo económico y social del país.
Dado que los fundamentos más sólidos de los ideales de progreso de la humanidad se
establecen a partir de la formación del capital humano, cualquier mirada hacia lo que
fue el inicio de nuestra historia independiente y de lo que debe ser el futuro, la relación
entre la educación y los grandes ideales de libertad, equidad y ciudadanía es por fuerza
una mirada a la educación.

En este documento se presentan algunas ideas cuyo fin es animar el debate público
sobre la calidad de la educación, un rápido recuento de las tendencias más importantes
en la pedagogía de las últimas décadas y un conjunto de sugerencias sobre la manera de
conservar la memoria de los aprendizajes que tantos miles de maestros hacen con sus
estudiantes en las aulas de clase.

La conmemoración del
Bicentenario de la Independencia
A lo largo de toda la historia de los pueblos, las conmemoraciones constituyen un
elemento fundamental de la cultura humana, pues ellas permiten que los miembros de la
comunidad recuerden conjuntamente los acontecimientos cruciales que le confieren una
identidad y un sentido de pertenencia.

Conmemorar significa recordar conjuntamente. No se trata de la memoria individual,
sino de la memoria extensa de aquellos hitos que a lo largo del tiempo determinan un
destino común. Los seres humanos necesitamos con urgencia sentirnos parte de una
comunidad que nos contenga, que nos provea de significados colectivos en torno a los
cuales podamos comprender nuestra vida.

Este año se ha dedicado a la conmemoración de la Independencia de Colombia y de
muchos otros países americanos. No se trata, por supuesto, de un aniversario en el
sentido estricto, pues la Independencia de la colonia española no se produjo en un solo
día, a una hora determinada. Por el contrario, fue el resultado de un largo proceso social,
de un conjunto de factores que condujeron a la construcción de nuevos ideales que
constituyeron una nueva manera de concebir el destino común de todo un pueblo.

Por eso, el Bicentenario no es la celebración de un hecho, sino el momento para hacer
una especie de repaso colectivo de todo lo que ocurrió a lo largo de varias décadas de
luchas, de confrontación de ideas, de construcción de ideales de libertad, de búsquedas
inciertas de formas de gobierno y desarrollo de instituciones que marcaron el paso de un
sistema monárquico a una sociedad capaz de autogobernarse.

Durante todo el proceso de la Independencia hubo no solamente guerras, sino amplios
procesos de participación social que fueron diferentes en las diversas regiones del país y
tuvieron significados muy distintos para cada grupo social, para cada etnia. Durante este
tiempo se fueron fraguando nuevas maneras de pensar, nuevas maneras de convivir,
nuevos modelos de gobierno y de construcción de la política y la economía. La
educación, la salud, los movimientos demográficos, el desarrollo de la ciencia, la
construcción de las ciudades se fueron transformando después de los siglos de
dominación colonial.

Es indudable que el proceso de Independencia, desde las primeras sublevaciones de los
comuneros del Socorro, hasta la consolidación de la República, después de los
acontecimientos que marcaron la derrota militar de los españoles en 1819, es el período
determinante de la construcción de nuestra identidad nacional. Allí, en esos procesos se
encuentra el inicio de lo que somos hoy. Por eso es fundamental que todos los
colombianos podamos unir esfuerzos para reconocernos y volver a buscar los ideales
que permitieron que la lucha independentista se convirtiera en una gesta colectiva, más
allá de los líderes que la animaron y llevaron a buen término.

La conmemoración de la Independencia convoca a la formulación de miles de preguntas
orientadas a clarificar una historia común que ha dado lugar a procesos muy diversos de
identidades regionales y que a la vez que nos une en torno a lo que ha sido la
consolidación de la nacionalidad, nos permite indagar sobre los factores que todavía
marcan fronteras dolorosas con los ideales de equidad y convivencia que aún no
logramos resolver. En efecto, la Independencia que se inició hace doscientos años, es un
proceso que aún no culmina. Los principios filosóficos que la animaron constituyen la
guía de una nación que cada día trabaja, produce riqueza y busca nuevos horizontes en
el concierto de las naciones. Pero estos retos de origen, deben ser periódicamente
retomados para contrastarlos con la realidad cotidiana que todavía no consigue liberar
de las cadenas de la pobreza y la subordinación a muchos de los ciudadanos que
constituyen el pueblo colombiano.

El Foro Educativo Nacional de este año del Bicentenario es una invitación a toda la
comunidad educativa del país, para vincularse a este ejercicio de la memoria. Una
memoria activa, hecha de preguntas, de experiencias que den cuenta de las búsquedas
que se hacen en jardines infantiles, colegios y universidades. La conmemoración de la
Independencia en el sector de la educación es la apertura de una extensa conversación
que permita sumar esfuerzos e identificar logros. Pero también se trata de una memoria
que conduzca a visualizar nuevos rumbos, a corregir rutas equivocadas, a reafirmar
principios y a consolidar una identidad que se fortalece en la búsqueda de los grandes
ideales que dieron lugar a la constitución de una nación ansiosa de libertad y respeto por
los derechos de todos sus ciudadanos.

A través de las diferentes actividades que se programen en las instituciones educativas,
en los municipios y en los departamentos, los niños, los jóvenes y los maestros tendrán
oportunidad de sentirse miembros activos de una comunidad humana, responsables del
cuidado y protección de un territorio, partícipes de los procesos políticos que afectan la
vida de todos. En sus reflexiones tendrán oportunidad de apreciar todo lo que se ha
logrado progresar en el período de vida republicana, pero también todo lo que hace falta
para conseguir retos más altos. A través de sus proyectos pedagógicos podrán hallar
nuevas maneras de abordar el conocimiento. Y todo este trabajo podrá compartirse en
muy diversos momentos y espacios que culminarán en el foro nacional que se realizará
en el mes de julio.

Pero este foro no puede ser el final de la conmemoración. Por el contrario, lo que se
tendría que lograr es que apenas sea el inicio de una reflexión duradera, que de año en
año permita hallar nuevos modelos de enseñar y aprender, que abra a todos los niños,
niñas y jóvenes la oportunidad de descubrir su historia, sus raíces y los elementos
fundamentales que garantizan su derecho fundamental a tener una nacionalidad. Para
que este derecho fundamental se cumpla no basta con haber nacido en un país o tener un
documento de identidad. También es necesario sentir que hay unos significados
profundos que se comparten con el resto de la comunidad humana que constituye la
nación. Por eso el aprendizaje de la historia es mucho más que conocer acontecimientos,
fechas o personajes: lo fundamental es ir a través de todos esos datos al significado del
destino común. La historia le confiere sentido a la vida individual, en tanto que permite
hallar un lugar en el mundo, comprender el origen de todo el progreso logrado y muchas
de las causas de lo que aún atenta contra la posibilidad de convivir en paz e igualdad.


La discusión sobre la calidad
No resulta sencillo definir la calidad de la educación, pues si bien no hay duda de que
ella determina en muy alto grado el nivel de vida de la población, el proceso depende de
una compleja red de factores culturales, políticos, científicos y administrativos que
interactúan de formas muy variadas. Según la óptica que se asuma, los elementos de
calidad de la educación son diferentes y deben su evaluación requerirá instrumentos
muy diferentes. Hay, por lo menos cuatro grandes perspectivas que conviene poner en la
mesa de discusión.

1

Si la educación es la base fundamental en el desarrollo de una sociedad orientada a
ideales de equidad, igualdad, convivencia y consolidación de las instituciones que
garantizan el derecho de los ciudadanos a la plena realización de sus capacidades, la
forma de hacer un juicio sobre la calidad de la educación, tendría que ser la observación
de los grandes indicadores del desarrollo humano. Una sociedad como la nuestra en la
cual sigue habiendo una profunda desigualdad, altos niveles de pobreza y exclusión,
tasas de desempleo muy altas a lo largo del tiempo, corrupción extendida en el sector
público y en el privado, inseguridad en los campos y las ciudades, bajas tasas de
participación política y deficiente e inoportuna operación de la justicia, nos está
diciendo que la calidad educativa ha sido muy pobre en el último siglo, pues no ha
logrado que sus ciudadanos incorporen en su saber y su actuar valores éticos,
capacidades de convivencia y destrezas administrativas que permitan la creación de
consensos culturales para hacer las profundas reformas que se requieren para incorporar
a todos los ciudadanos en la tarea de crear riqueza, no sólo material sino humana.

2

Si la mirada se restringe un poco más y se pretende apreciar el resultado de la educación
que se imparte a partir de la acumulación y producción de conocimiento, sería necesario
dirigir la mirada a nuestras universidades, al número de profesionales y científicos con
que cuenta el país, al tipo y cantidad de investigación que se realiza, al número de
patentes registradas y a la capacidad de competir en campos avanzados de la industria y
la producción con otros países. También en este renglón tenemos rezagos importantes
con respecto a países de similar nivel de desarrollo, aunque es indudable que se han
hecho avances importantes en la última década. Hay unas cuantas universidades de muy
buen nivel, aunque ninguna de ellas aparece entre las más destacadas del continente. La
investigación se ha desarrollado. Las tasas de cobertura en educación superior han
crecido hasta los promedios de los países de la región. Las nuevas tecnologías de la
informática y las comunicaciones se han difundido rápidamente y hay una expansión
importante en los programas de maestrías y doctorados. Sin embargo, hay problemas
muy graves que tienen que ver con la calidad, como la gran desigualdad entre las
instituciones en relación con los programas que ofrecen, lo cual incide en una tendencia
a perpetuar la desigualdad por la diferencia de oportunidades que tienen quienes logran
el privilegio de asistir a una muy buena universidad, con respecto a los que sólo
consiguen una muy mediocre. También hay problemas relacionados con las altas tasas
de deserción, que si bien responden a una multitud de factores, sin duda tienen mucho
que ver tanto con la calidad misma de las universidades, como con la calidad de la
educación secundaria y media.

3

En una tercera perspectiva, la calidad puede apreciarse desde los procesos de
organización, gestión y financiación del sistema. Este suele ser el tema más frecuente de
discusión, pues apunta a la evaluación y juicio sobre las políticas públicas, las
prioridades que definen los gobiernos, la legislación, la forma de asignar recursos, los
criterios para asignar prioridades, los mecanismos de contratación de los maestros, la
evaluación de resultados y los planes y proyectos orientados al mejoramiento de la
calidad. Las responsabilidades que corresponden a los gobernantes y legisladores en la
orientación del sector implican la búsqueda de equilibrios muy complicados, ya que de
una parte es indispensable asegurar la disponibilidad, acceso, permanencia y calidad
para toda la población en edad escolar, desde la primera infancia hasta la conclusión de
la educación básica y media, así como la ampliación de la oferta en educación superior,
y de otra parte asignar recursos que siempre son escasos. Esto implica la búsqueda de
estrategias de administración y gestión que muchos consideran lesivas para la calidad.
Temas como la fusión de instituciones, el aumento del promedio de estudiantes por
profesor, planes agresivos de ampliación de cobertura como la doble jornada,
financiación por capitación y contratación de la educación o los avances en gratuidad
que se vienen dando por regiones, siempre serán objeto de polémica y discusión en el
ejercicio democrático, pues tienen que ver con concepciones del Estado y, por tanto, de
la discusión política. Sin embargo, y a pesar de las grandes diferencias que existen en
torno a todos estos temas, no puede negarse que hoy hay muchos más colombianos que
tienen acceso a la educación formal, que el número de jóvenes que terminan su
bachillerato ha crecido substancialmente y que la educación de la primera infancia
comienza a generalizarse gradualmente. También es importante apreciar los progresos
en las tasas de retención y promoción, así como una mayor cobertura en la educación
superior. Incluso, una mirada longitudinal en los resultados de las pruebas de estado,
apunta a un mejoramiento en los resultados de aprendizaje a lo largo del tiempo. De
igual manera aparecen dificultades como el incremento de manifestaciones de violencia
escolar, desmotivación de los estudiantes frente al aprendizaje, deserción y fenómenos
como el embarazo de adolescentes que suscitan la reflexión sobre el tipo de educación
que se requiere en tiempos de fuertes cambios culturales.




4

En el nivel de la cotidianidad, la calidad de la educación se define en la institución
educativa mediante la relación pedagógica que se establece entre estudiantes y
maestros. Allí el asunto central es la organización institucional, su gestión, los planes de
estudio, los modelos de evaluación, el clima escolar, la participación de los miembros
de la comunidad educativa, la profesionalidad de los educadores y la mediación que
todos estos componentes de la vida escolar realizan con el conocimiento de la cultura
universal, el desarrollo de los valores ciudadanos y la posibilidad de construir proyectos
de vida ambiciosos desde la vida y el contexto propio de cada uno de los estudiantes. En
esta perspectiva, la calidad es el resultado de acciones comunicativas que se inician en
la primera infancia y siguen con el desarrollo evolutivo de los niños y niñas, creando en
ellos el gusto por el conocimiento, el descubrimiento de sus potenciales y talentos, el
desarrollo de su afectividad y la consolidación de su autonomía para poderse convertir,
a lo largo de los años, en ciudadanos conscientes de sus responsabilidades y derechos, y
personas con las capacidades y competencias para insertarse en el mundo de la cultura y
del trabajo. Cuando se miran las instituciones, es posible observar que en contextos
similares se dan enormes diferencias entre unos colegios y otros. En un mismo entorno
social y cultural puede haber instituciones con resultados excelentes, no sólo en lo
académico, sino en todos los aspectos relacionados con la formación integral de los
niños y jóvenes, mientras otras muestran dificultades de toda índole: conflictos entre los
miembros de la comunidad, desmotivación y tasas altas de fracaso y abandono escolar.
Estas diferencias se relacionan con las características de las personas, la capacidad de
los maestros para trabajar en equipo y, desde luego con los estilos de dirección de las
instituciones. El mejoramiento de la calidad en el ámbito institucional es, sin duda, el
eje de la reflexión pedagógica y profesional de los maestros, ya que difícilmente se
puede convertir en norma universal. Desde luego, las políticas públicas, las
oportunidades generales que ofrece la sociedad a los ciudadanos, las condiciones de
aislamiento en que viven muchas regiones, los contextos de violencia social, las
condiciones socioeconómicas de las familias y los mecanismos de gestión local del
sistema influyen en los procesos institucionales, pero no determinan de manera
definitiva la calidad de lo que ocurre en las aulas. Colegios con todos los recursos
imaginables pueden ser de muy mala calidad, así como colegios que trabajan con
inmensas restricciones logran muchas veces excelentes resultados. Por supuesto, la
disponibilidad de recursos, la satisfacción laboral de los maestros y la buena
administración del sistema ayudan a mejorar, pero de nada sirve todo esto si los
procesos pedagógicos son inadecuados y no responden a las características y
expectativas de los estudiantes y sus familias.

Como puede apreciarse en estas cuatro miradas, la calidad no es un concepto simple,
susceptible de ser reducido a la aplicación de unas pruebas anuales. Por el contrario, es
tan complejo como la sociedad misma. Tiene que ver con una visión de país, con unas
características culturales, con una historia colectiva, con valores éticos, con posiciones
políticas, con conceptos de desarrollo económico y con habilidades profesionales que se
realizan día a día en cada institución y en cada aula.

El Foro Educativo Nacional de este año nos ubica en una perspectiva histórica que mira
al pasado para reconocer los logros del presente y proyectar nuevos sueños de sociedad,
centrando la mirada en esa construcción cotidiana que hacen los maestros con sus
estudiantes en el acontecer pedagógico. Por eso cuando se habla de competencias en
este contexto, se hace referencia a todos los aprendizajes que permiten que la
información, el intercambio de ideas, las relaciones interpersonales y la convivencia se
conviertan en herramientas individuales y colectivas para la realización de ambiciosos
proyectos de vida.

Es muy alentador observar que cada vez más sectores sociales se interesan por la
calidad de la educación. Con frecuencia hay artículos de opinión, estudios y debates
políticos en torno al tema.

Algunos tienden a tener una visión pesimista, teniendo como punto de referencia los
resultados que ha obtenido Colombia en pruebas internacionales. Quienes se ocupan de
temas económicos consideran que el país le ha dado mayor importancia al gasto militar
que a la inversión en educación. También hay preocupación cuando se comparan los
resultados de las pruebas de estado y se constata el rezago relativo de ciertas regiones o
de la educación oficial con respecto a la educación privada. Hay quejas muy grandes
sobre lo que parece haber sido un abandono histórico de la educación inicial o sobre el
bajo presupuesto asignado a las universidades públicas. Sin duda, todos estos son
problemas reales que deben convertirse en desafíos que deben ser superados en un plazo
relativamente corto y que constituyen temas fundamentales en la discusión democrática
del país.

De otro lado hay también sectores en los cuales prevalece una visión muy optimista,
partiendo del incremento notable en las cifras de cobertura, la estabilidad que se ha
logrado en muchas entidades territoriales en la gestión educativa, la gradual renovación
y ampliación de la infraestructura escolar, el acceso a las nuevas tecnologías de la
informática y las comunicaciones o el aumento notorio en la creación y consolidación
de grupos de investigación. También hay avances importantes en la atención al
preescolar y en los mecanismos de vinculación de los maestros del sector oficial.
Algunas entidades territoriales han tomado un papel muy activo en el desarrollo de
programas que impulsan la calidad, con participación del sector académico, las
organizaciones de la sociedad civil y los empresarios. También estos datos son reales y
conducen a la necesidad de consolidar los avances y mantenerlos a pesar de los cambios
de gobiernos y administraciones.

Al centrarse en las instituciones educativas el balance es tan diverso como la diversidad
de las regiones del país. Pero también hay grandes diferencias de apreciación sobre la
calidad de la enseñanza, la pertinencia de los planes de estudio, la capacidad de los
maestros para entusiasmar a sus alumnos frente al mundo del conocimiento. Hay
quienes ven el Apocalipsis, el deterioro profundo de la educación básica, la pérdida de
los valores, el autoritarismo de los maestros y la incapacidad de innovar.
Desafortunadamente, muchos sectores sociales siguen teniendo una percepción negativa
de los maestros oficiales, en el marco de la indeseable polarización política que se ha
acentuado en el país.

Sin embargo, los datos objetivos que provienen de los foros, encuentros y eventos en los
cuales se presentan y discuten experiencias pedagógicas muestran que hay un ánimo de
renovación y búsqueda que envidiarían muchos países. Nuestros educadores trabajan
muchas veces en condiciones muy difíciles por causa de la violencia política y de la
violencia generada por grupos de delincuencia común que abundan en las zonas más
pobres de las grandes ciudades, y allí logran resultados sobresalientes en los procesos de
formación de sus estudiantes. Hay mucho aprendizaje realizado en la atención a niños
que han vivido el desplazamiento o que sufren de problemas serios de discapacidad. Se
ha aprendido mucho en relación con la atención a los grupos étnicos que habitan el país,
especialmente en las regiones más apartadas. Sin duda, el nivel de formación de
nuestros maestros es mucho mejor que el que se tenía dos décadas atrás.

Queda claro, pues, que la educación siempre será una preocupación central del
desarrollo de la sociedad, y también que siempre habrá un debate abierto sobre el cual
no hay acuerdos fáciles ni absolutos. Pero también es importante ver el cuadro
completo, pues hay demasiado esfuerzo social invertido en lo que tenemos y es justo
reconocer tanto los avances como los retos pendientes.

“En nuestra opinión, es de toda evidencia que la ley debe arreglar la educación y esta debe ser
pública. Pero es muy esencial saber con precisión lo que debe ser esta educación, y el método
que conviene seguir. En general, hoy, no todos están de acuerdo acerca de los objetos que debe
abrazar; antes por el contrario están muy lejos de ponerse de acuerdo sobre lo que los jóvenes
deben aprender para alcanzar la virtud y una vida más perfecta. Ni saben aún a qué debe darse
la preferencia, si a la educación de la inteligencia o a la del corazón”

El texto anterior, que podría servir perfectamente para iniciar el Foro Educativo
Nacional, fue escrito por Aristóteles en el Libro de La Política en el siglo IV antes de
Cristo.


De dónde venimos y para dónde
vamos.
La reconstrucción de la memoria colectiva es fundamental, pues se constituye en un
punto de referencia que permite apreciar las tendencias que la sociedad sigue en el
desarrollo de soluciones a sus problemas más sentidos. Por esto es tan importante
reconocer el esfuerzo que han hecho en Colombia muchísimos investigadores que han
centrado su atención en la historia de la educación y la pedagogía. Los numerosos
estudios publicados permiten apreciar el interés que este tema tuvo desde los albores de
la Independencia. Resulta apasionante constatar las diferencias en los planteamientos de
Bolívar y Santander en relación con lo que debía ser el proceso educativo en la
República, los modelos de administración que alentaron los primeros esfuerzos de
universalización de la educación primaria, el papel que tuvo el sector privado, los
debates públicos que se realizaron en el siglo XIX, la intervención de la Iglesia, el
surgimiento de las universidades…

Del mismo modo, es muy interesante repasar los textos y testimonios sobre la manera
de entender la pedagogía, pasando por las concepciones roussonianas, los modelos
lasallistas, los colegios de los jesuitas, las primeras escuelas públicas estatales, la
educación indígena o los criterios diferenciados para la educación de los hombres y las
mujeres. A través de este amplio espectro de búsquedas y luchas de poder aparece el rol
de los maestros, la fragilidad originaria de sus condiciones laborales y el interés de los
diversos poderes civiles y eclesiásticos por definir sus calidades morales, antes que sus
calidades intelectuales. También hay estudios muy valiosos sobre los textos escolares,
los manuales de urbanidad y los tratados de didáctica, en los cuales aflora la concepción
de la ciencia, la lengua, la historia y la psicología infantil de la época.

Siguiendo este recorrido histórico es posible acercarse a una concepción de la infancia,
el conocimiento, la estructura de la sociedad, la economía y el mundo del trabajo.
También afloran las concepciones sobre la formación cívica, la participación política y
los ideales éticos que debían ser difundidos desde los primeros niveles escolares.

A lo largo de todo el siglo XIX, se instala en Colombia un modelo educativo que se
alimenta de la tradición europea, reproduciendo muchos de los paradigmas que, a partir
del siglo XVII, dieron origen a las escuelas infantiles con sus sistemas de autoridad, sus
currículos, sus modelos arquitectónicos, sus rituales y sus concepciones sobre el
aprendizaje. A partir de este aparato de instrucción, el país se inserta en la corriente de
progreso y civilidad que predomina en Europa y se expande por toda América Latina.
No son extrañas las misiones extranjeras, la influencia de las órdenes religiosas del
viejo continente y el uso de textos y tratados elaborados en Francia, España o Inglaterra.

Del mismo modo, el siglo XX recoge la influencia de los innovadores europeos y
comienza la búsqueda de caminos propios que dan lugar a la aparición de pedagogos
que piensan el nuevo país desde otras ópticas y generan experiencias educativas
novedosas.

Con el siglo XX nace en Europa lo que se ha llamado “la escuela nueva”. También
conocida por diferentes autores como Escuela Activa, "Nueva Educación" o incluso
"Educación Nueva", es un movimiento pedagógico surgido a finales del siglo XIX.
Algunos autores distinguen en este movimiento una subcorriente o corriente ya
posterior y de carácter más liberal aún a la que denominan Escuela Moderna. Este
movimiento criticaba el papel del profesor, la falta de interactividad, el formalismo, la
importancia de la memorización (contraria a la construcción o la significatividad), la
competencia entre el alumnado y, sobre todo, el autoritarismo del maestro. Proponía a
un alumnado activo que pudiese trabajar dentro del aula sus propios intereses como
persona y como niño.

La primera contribución por orden cronológico, si no en importancia, fue la constituida
por las llamadas escuelas nuevas, es decir, instituciones escolares de vanguardia
fundadas y dirigidas por profesionales innovadores. Sin embargo, se considera como
precursor del movimiento y primer fundador de una escuela verdaderamente nueva en
más de un sentido, al ruso León Tolstoi (1828-1910), uno de los más grandes novelistas
del siglo XIX. En 1859 Tolstoi abrió en su finca de Iásnaia Poliana una escuela para los
hijos de sus campesinos basada en el principio que dice así: "mientras menor sea la
constricción requerida para que los niños aprendan, mejor será el método". En realidad,
este "anarquismo pedagógico" de Tolstoi, como se le llamó despectivamente, más que
en la confianza en la expansión libre de las potencialidades del alma infantil, se basaba
en la desconfianza más absoluta hacia la "pedantería autoritaria" de los adultos: "dejen
que los niños decidan por sí solos lo que les conviene. Lo saben no menos bien que
vosotros".1

En la primera década del novecientos aparecen María Montessori, en Italia, y Ovide
Decroly, en Bélgica. Ambos provenientes del área de la salud, se ocupan de la
educación infantil recurriendo a criterios científicos que toman en cuenta las
características evolutivas de los niños y plantean métodos pedagógicos que respondan a
sus necesidades y formas de aprendizaje.

Muy pronto (1914) inicia sus actividades el Gimnasio Moderno y las nuevas
concepciones de la pedagogía se materializan en Colombia lideradas por Agustín Nieto
Caballero, un joven bogotano de formación europea, empapado de las nuevas corrientes
pedagógicas que recorrían el viejo continente y Norteamérica, y adalid de la escuela
nueva, particularmente de las propuestas pedagógicas de Montessori y Decroly.

A lo largo de la primera mitad del siglo el movimiento de renovación escolar se
enriquece con los aportes de Freinet (Francia), Makarenko (Rusia) y Neill (Inglaterra),
que desde la práctica pedagógica directa, en las aulas, dan lugar a modelos que
privilegian la capacidad de los niños para construir su propio conocimiento a través del
trabajo y la participación activa en su propio proceso educativo.

Paralelamente a los esfuerzos prácticos de los renovadores, hay un gran movimiento de
ideas sobre la educación, con sus diferencias y contradicciones, con sus énfasis en
aspectos políticos (Gramsci), psicológicos (Piaget, Vigotsky y Skinner), sociológicos
(Durkheim, Berstein) o antropológicos (Mead), van consolidando un saber científico y
teórico que se incorpora a la búsqueda de nuevos modelos educativos que tengan en
cuenta no solamente los procesos de aprendizaje de los niños, sino su entorno socio
económico, los fines de la educación en relación con la organización de la sociedad, las
condiciones culturales en las cuales se enmarca la acción educativa, el respeto a la
diversidad étnica, la garantía de los derechos fundamentales de la persona.

Todas estas corrientes de pensamiento se incorporan a través de las universidades
(especialmente con la creación de la Universidad Pedagógica), los educadores privados

1
    Escuela Nueva, Wikipedia.
y las organizaciones del magisterio, a la formación de los maestros y maestras y hacen
parte de un extenso repertorio de nuevos saberes que alimentan el trabajo cotidiano.

Sin embargo, es importante señalar que a pesar de la extensa literatura que circula sobre
las nuevas tendencias de la educación, la revaloración de las capacidades infantiles y la
necesidad de sustituir los modelos tradicionales autoritarios y memoristas, se mantiene
la tendencia a conservar las prácticas escolares del siglo XIX. Este fenómeno, que
muestra una tremenda resistencia al cambio, tiene muchas explicaciones que van desde
la forma como se organiza el Sistema Educativo desde el Estado, hasta los modelos de
formación de los maestros que se desarrollan en las universidades. Pero también es muy
importante tener en cuenta muchos estudios que apuntan a modelos de aprendizaje por
imitación que tienen mayor fuerza que todos los conceptos y teorías que circulan en
libros y manuales, y están determinados por la ritualidad de las instituciones educativas.
Esto significa que muchos maestros no enseñan como les dicen en su formación
académica que lo deben hacer, sino que tienden a enseñar como les enseñaron. Pero
adicionalmente, la persistencia de los modelos viejos es reforzada por las formas de
organización escolar, los currículos, los sistemas de evaluación y otras restricciones
administrativas se convierten en camisas de fuerza para la innovación.

En este contexto contradictorio, Colombia sigue buscando salidas a la necesidad de
ofrecer una educación de alta calidad para las nuevas generaciones, teniendo en cuenta
la necesidad de incorporar a toda la población en un país que requiere consolidar su
democracia, su capacidad de ofrecer oportunidades equitativas a todos y su necesidad de
insertarse en un mundo globalizado en condiciones de competitividad.

Por esto es importante hacer un recuento rápido de algunos de los más importantes
movimientos pedagógicos de las últimas décadas, pues algunos de ellos apenas están
registrados en la memoria de los maestros y maestras que han sido protagonistas de esta
suerte de apuestas y todavía su proximidad en el tiempo no permite valorar su
importancia relativa en esta larga línea del tiempo.

A partir de los años sesenta comienza a hacerse más relevante el papel de los maestros
en la búsqueda de alternativas que contribuyan al desarrollo pedagógico, a la vez que se
fortalece la organización sindical. La organización de los maestros da lugar a
movimientos reivindicativos muy importantes, que permiten avanzar en la
profesionalización de los educadores, mejorar su formación y establecer un sistema de
remuneración que reconozca su experiencia y su formación. A mediados de los años
setenta se consigue la expedición de un estatuto profesional nacional para los maestros
vinculados al Estado. De otra parte, se generan reformas trascendentales encaminadas a
la ampliación de la cobertura, que dan lugar a la nacionalización de la educación y al
establecimiento de dobles jornadas para aprovechar la infraestructura disponible,
especialmente en las grandes ciudades, en la creación de nuevos cupos.

Estas situaciones generan grandes tensiones, pues si bien es indispensable idear formas
para ofrecer el servicio educativo a millones de niños que no tienen oportunidades de
estudiar, también se considera un golpe irreparable a la calidad la reducción del tiempo
de permanencia en la escuela.

Por la misma época surge el Programa de Escuela Nueva que se propone incidir en el
mejoramiento de la calidad en las escuelas rurales, donde con frecuencia un maestro
tiene que ocuparse de varios grados escolares, sin contar apenas con recursos para su
trabajo. Posteriormente este programa, que se inicia de manera experimental por
iniciativa privada, se expande como un programa nacional impulsado y financiado por
el Ministerio de Educación. A través de la Escuela Nueva se produce un importante
desarrollo en la formación de los maestros, con modelos claramente inspirados en las
concepciones y prácticas de la escuela activa. La experiencia generada por los maestros
colombianos a través de su trabajo en el sector rural, hoy es un modelo que ha sido
replicado en muchos países.

De otra parte, el movimiento magisterial y la necesidad de renovación surgida de
cientos de experiencias individuales o de pequeños grupos de maestros y maestras con
niveles profesionales obtenidos en las universidades, culminan en la creación del
Movimiento Pedagógico. Es la primera vez que en el país las organizaciones de los
maestros, agremiados en un sindicato nacional, ponen como prioridad de su acción
colectiva la renovación pedagógica, esencia de su qué hacer profesional. A partir del
Congreso Pedagógico de 1987, se produce una efervescencia de propuestas,
experiencias, modelos de organización escolar y generación de escritos que son
recogidos en las distintas publicaciones que surgen en el país en la última década del
siglo XX y que recogen el pensamiento y las propuestas de los maestros.

Una primera respuesta significativa del Estado colombiano al ánimo innovador que se
respiraba a comienzo de los ochenta, fue el Decreto de Innovaciones Educativas de
1986, que invitaba a todos los educadores a introducir los cambios que se consideraran
oportunos para adaptar las formas de enseñanza, los modelos de organización escolar y
los contenidos curriculares a las necesidades específicas de las comunidades. Esta
norma daba la posibilidad de iniciar un camino hacia la autonomía institucional, en
materia pedagógica, más allá de la minucia reglamentaria que ha caracterizado el
sistema educativo del país. Se decía en el decreto, que para desarrollar una innovación
bastaba con notificar a las autoridades. La combinación de esta norma y la creación del
movimiento pedagógico, dieron lugar a una proliferación de iniciativas en todas las
regiones, y se recibieron cientos de propuestas que mostraban, de manera concreta, la
inmensa capacidad de renovación que tenía el sistema desde el aporte de los maestros
en su ejercicio profesional. También es necesario decir que muchas de las propuestas e
iniciativas tenían un nivel muy precario en su forma de presentación y su alcance
teórico y metodológico, por lo cual no era sencillo convertirlas en un conjunto
comprensible de saber acumulado, susceptible de evaluación y réplica.

Probablemente esta circunstancia dio lugar a otros movimientos que se han ido
generalizando. Uno de ellos, muy significativo, ha sido el desarrollo de modelos de
investigación pedagógica que tienden a la formación de “maestros investigadores”. En
esta dirección tuvo un papel preponderante la Fundación FES, que junto con
Colciencias y el Ministerio de Educación, lideró durante cerca de diez años grandes
proyectos nacionales de innovación basada en la investigación, entre los cuales figuran
Atlántida y Pléyade, que se ocuparon de la situación del adolescente escolar y del
desarrollo de la investigación en la escuela primaria. Durante este tiempo circuló en
todo el país la revista Alegría de Enseñar, que recogía la experiencia pedagógica de los
colegios.

Colciencias, por su parte, muy interesada en el tema de la enseñanza y aprendizaje de la
ciencia desarrolló el Programa Cuclí-Cuclí, que convocó un grupo de excelencia en los
diversos campos del pensamiento científico y produjo un extensa colección de
materiales educativos que fueron acompañados por procesos de formación de maestros
de todo el país.

De la fusión posterior entre Cuclí y Pléyade, surgió en el año 2001 el Programa Ondas,
que convoca a niños y niñas de todo el país, para que en compañía de sus maestros
desarrollen proyectos de investigación que posteriormente son socializados entre ellos,
dando lugar a la constitución de pequeñas comunidades científicas infantiles y
juveniles.

En 1994, se expide la Ley General de Educación, que desarrolla los lineamientos de la
Constitución de 1991. Este es un acontecimiento fundamental en el transcurso de los
grandes cambios que se generan en la educación nacional. Entre los puntos más
importantes de la ley se pueden mencionar la ampliación del período de educación
obligatoria a diez años, el establecimiento de mecanismos de participación de la
comunidad educativa, la definición de mecanismos de organización y autonomía escolar
y la ampliación de los fines de la educación en Colombia. Un mandato central de la
nueva ley, inscrito en los mecanismos de participación, es la obligación que se asigna al
Ministerio de Educación Nacional de convocar a todos los sectores del país para la
elaboración de planes decenales que permitan establecer objetivos y metas de largo
plazo que garanticen la continuidad de las políticas a lo largo de períodos de tiempo que
no estén restringidos a la duración de los gobiernos. Este precepto a dado lugar a la
elaboración de dos planes decenales en los cuales ha habido una enorme participación
de educadores, estudiantes, padres de familia y representantes de todos los sectores de la
sociedad.

A raíz del primer Plan Decenal se generó el Programa de Expediciones Pedagógicas,
que permitió que miles de maestros intercambiaran experiencias, viajaran por el país
conociendo el trabajo de las escuelas y recogieran el resultado de sus observaciones en
diversos documentos que han sido publicados. El programa ha sido apoyado por
universidades, organizaciones del magisterio, el Ministerio de Educación Nacional y
otras instituciones.

A la Ley General de Educación debe añadirse otro elemento muy importante que
también surge de la Constitución del 91, que es el proceso de descentralización, que en
el sector educativo conduce a la autonomía de las regiones en el manejo administrativo
de los recursos y, gradualmente, abre la puerta al desarrollo de iniciativas
departamentales y municipales para establecer planes y programas que contribuyan al
desarrollo de la calidad. A partir de estas nuevas condiciones algunas regiones han
impulsado iniciativas muy importantes que constituyen nuevos paradigmas de la gestión
local. En ciudades como Bogotá y Medellín, las administraciones han logrado avanzar
hacia la integración de redes de Bibliotecas con el sistema escolar. Pero en muchas otras
entidades territoriales, con menos recursos financieros, también hay iniciativas que
inciden sobre aspectos específicos como el desarrollo de competencias científicas,
planes de articulación de educación media y superior, constitución de sistemas locales
integrados y una serie de valiosísimas experiencias imposible de enumerar sin incurrir
en omisiones. Hay aportes muy significativos desde las escuelas normales, la
etnoeducación, la integración de niños con necesidades especiales, la atención a niños
desplazados por el conflicto, la educación de adultos…
En los últimos años, el Ministerio de Educación Nacional ha diseñado y propuesto y
desarrollado, junto con las comunidades educativas de todo el país muchos proyectos de
un gran alcance que promueven la participación creativa de estudiantes de educación
básica, media y superior.

Se destacan entre estas propuestas, por su dimensión pedagógica, el Concurso Nacional
de Cuento, que ya va en su cuarta convocatoria; el Programa Historia Hoy que, tomando
como pretesto la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, invita a una
reflexión sobre la enseñanza y el aprendizaje de la historia; y el Programa de
Expediciones Botánicas Siglo XXI, que con motivo de la conmemoración de la
expedición liderada por Mutis, convoca a un reconocimiento activo de la riqueza
biológica de las diversas regiones del país.

Después de este rápido recorrido por lo que ha sido una búsqueda educativa persistente
a lo largo de doscientos años de historia, es bastante claro que las ideas directrices
mantienen una cierta línea de desarrollo coherente con la necesidad de cambios
profundos en la concepción de la infancia, los métodos de aprendizaje y enseñanza, los
modelos de organización escolar y los modelos de evaluación del aprendizaje. Es claro
también que el mejoramiento de la calidad no puede ser el resultado de un esfuerzo
aislado de los maestros, pero sin su aporte intelectual y su dedicación individual y
colectiva cualquier acción del Estado resulta infructuosa.

No hay duda de que en los próximos años, en las próximas décadas, la sociedad
colombiana deberá examinar cuidadosamente el valor que se da a la educación de las
nuevas generaciones, y ello tendrá que reflejarse en los recursos financieros que se
asignen al sector. Cada vez las entidades territoriales deberán ser más activas en el
diseño de estrategias de calidad propias y adecuadas a sus condiciones particulares de
desarrollo. Las instituciones educativas de todos los niveles del sistema tendrán que
asumir la responsabilidad de ajustar su organización y sus métodos pedagógicos a las
necesidades y características de sus estudiantes. La educación de una sociedad es una
compleja labor que exige la combinación de esfuerzos en todos los niveles e instancias
y por ello la participación de todos los actores sociales es fundamental.

Los foros educativos anuales, previstos por la ley, tienen como propósito poner en
común los hallazgos, los avances y los retos que cada comunidad se han propuesto. Pero
es tan extenso el horizonte de temas particulares que componen este inmenso mosaico,
que esa reflexión no es posible sino enfocando algunos asuntos neurálgicos que
permitan facilitar la conversación, unificando preocupaciones, construyendo lenguajes y
aprendiendo juntos.

En el caso del Foro Educativo Nacional de este año 2010, en el contexto del
Bicentenario, la invitación es a reflexionar sobre los cambios urgentes que requiere
nuestra educación en lo que se refiere a los procesos de aprendizaje y enseñanza. El
repaso de la historia reciente tiene un significado muy particular, pues nos muestra que
los cambios en materia pedagógica llevan mucho tiempo. A nadie se le puede ocurrir
que un cambio en ese campo puede realizarse a partir de un día, o gracias a una norma
legal. Se trata de un cambio cultural que supone cambios profundos en la manera de
pensar el mundo, en las formas de trabajo, en la concepción del conocimiento y en la
estructura de las relaciones sociales.
El repaso de las iniciativas, experiencias y proyectos innovadores generados por los
maestros, los gobiernos o las organizaciones de la sociedad civil, harían pensar que ya
hay un gran trecho del camino recorrido. Pero los resultados de las pruebas nacionales e
internacionales parecieran indicar que todavía estamos muy atrás. De una parte se ha
avanzado mucho, en la medida en que muchísimos educadores comparten y participan
de las ideas más avanzadas en educación, pero de otro lado se sigue observando una
terca persistencia de los modelos más tradicionales en el qué hacer cotidiano.

Un eje común en todos los procesos de renovación enumerados, es la necesidad de
involucrar a los niños y jóvenes en un aprendizaje activo, que les permita hacer del
conocimiento una herramienta útil para la vida. El concepto de competencia se ha ido
desarrollando a lo largo de los últimos años como una forma de comprender lo que se
pretende conseguir a través de los años de escolaridad. No se trata de aprender de
memoria fórmulas y algoritmos matemáticos, sino encontrar sentido al desarrollo del
pensamiento matemático por las posibilidades que ofrece en el desarrollo de la propia
vida. Saber un montón de acontecimientos y fechas históricas no es el propósito de la
enseñanza de la historia, sino comprender la importancia del acontecer histórico para
entender el mundo en que se vive, para interrogar sobre los fenómenos sociales, para
proyectar un mejor futuro pensándose en el tiempo. Otro tanto puede decirse de la
ciencia, cuyo modo de construirse es el interrogar continuo sobre el mundo y el
desciframiento de sus secretos a través de la investigación. Y antes que todo, y como
herramienta humana primordial, la capacidad de comunicarse, de expresar ideas y
sentimientos a partir de la lengua, de otras lenguas, de lenguajes simbólicos que nos
permiten crear nuevos universos. Estas capacidades, habilidades, destrezas son las que
nos convierten en personas “competentes”, capaces de generar ideas, adquirir y usar
información, interpretar datos, expresar sentimientos, hacer descubrimientos, inventar
soluciones a problemas, comparar puntos de vista, transformar realidades… mucho más
que responder exámenes.

El aprendizaje por competencias plantea, entonces, nuevas formas de relación entre los
maestros y sus estudiantes, métodos de trabajo más activos, uso de materiales y
tecnologías de manera productiva, experiencias de organización institucional,
fortalecimiento de aspectos personales que refuerzan la autoestima y la autonomía… En
esta perspectiva la información seguirá siendo muy importante, pero no para aprenderla
de memoria, sino para saber buscarla, organizarla, discriminar cuál es la más relevante,
interpretar su significado en diversos contextos. En el aprendizaje por competencias son
más importantes las preguntas que las respuestas, es posible tener respuestas diferentes
a las mismas preguntas, es más valiosa la divergencia de interpretaciones que la
unificación de verdades. Aprender a discutir y argumentar, formular hipótesis, verificar
datos debe ocupar el lugar que antes ocupaba la repetición tediosa de información, la
angustia por recordar la respuesta correcta a la pregunta de la evaluación.

Por todas partes, muchísimos ya vienen trabajando de este modo, porque la historia, la
formación profesional y la experiencia han hecho su tarea, transformando concepciones
y prácticas. La convocatoria al foro educativo de este año es para hacer público este
paso crucial de un ayer pedagógico a un hoy renovado y un mañana en el cual tengamos
más y más saber acumulado, de donde puedan alimentarse las nuevas generaciones de
niños, niñas, jóvenes y educadores. Pero también el Foro debe provocar e invitar a
quienes todavía se resisten al cambio porque sienten que fue mejor como los educaron a
ellos, porque tienen temor de explorar nuevos caminos o porque no tienen la dosis de
pasión que se requiere para asumir riesgos y salirse de los senderos conocidos.

Francisco Cajiao Restrepo
Abril de 2010

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  • 1. Foro Nacional Calidad de la Educación 2010 “Aprendiendo con el Bicentenario” Hacer memoria para avanzar
  • 2. Introducción El Ministerio de Educación Nacional ha propuesto para el Foro Nacional del 2010 una reflexión sobre la calidad, en el marco del Bicentenario de la Independencia. Esta mirada que es retrospectiva pero también prospectiva, nos permitirá evidenciar los desarrollos y retos de la política de calidad en la educación. A lo largo de las últimas tres décadas el país ha concentrado muchos esfuerzos técnicos, administrativos y financieros tratando de satisfacer una demanda creciente de educación, que hace sólo veinte años era absolutamente insuficiente, mostrando cifras de cobertura precarias en la educación primaria, muy preocupantes en la secundaria y dramáticas en la educación superior y en la educación preescolar. Es comprensible, entonces, que la preocupación central del Estado se haya orientado a ampliar la cobertura, mejorar los sistemas de gestión, mejorar la eficiencia en la asignación y utilización de los recursos y reforzar en lo posible la formación de los maestros. Hoy se pueden ver resultados muy satisfactorios de ese esfuerzo continuado, a pesar de los altibajos naturales en la sucesión de diversos gobiernos y en la prioridad de las políticas que cada uno haya definido, según las coyunturas particulares de cada período. Pero, sin duda, Colombia ha recorrido un camino acertado y exitoso en su progreso hacia la garantía del derecho a la educación. En esta búsqueda no sólo los gobiernos han sido protagonistas. Los maestros han jugado un papel muy importante desde sus organizaciones que han generado cambios y presionado transformaciones fundamentales en el sistema. De igual manera es necesario destacar la gradual participación de empresarios, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil en la discusión de los temas más relevantes de la educación, así como en el impulso de proyectos que en muchos casos desarrollan en alianza con entidades del Estado, tanto nacionales como territoriales. Aunque la preocupación por la calidad siempre ha estado presente en las discusiones sobre el sector educativo, sólo en la última década ha comenzado a tomar un papel protagónico, exigiendo cada vez precisiones mayores de manera que puedan traducirse en políticas públicas, asignación de nuevos recursos y definición de mecanismos de verificación. Aunque también en este sentido se ha avanzado, todavía hay mucha divergencia en los juicios que se formulan desde diversas perspectivas. Es verdad que el establecimiento de pruebas nacionales como la prueba del ICFES, que se realiza a los bachilleres, y las pruebas SABER para la primaria y la secundaria, han permitido tener diagnósticos parciales sobre ciertos aprendizajes. También es importante la participación del país en pruebas internacionales que nos permiten una comparación con otros países. Sin embargo los resultados todavía están distantes de ser satisfactorios y no resulta muy claro cuáles son los caminos para hacer mejoramientos importantes en el corto plazo. Quienes se ocupan de estos temas no están de acuerdo en definir las variables precisas sobre las cuales habría que actuar prioritariamente para conseguir estos cambios,
  • 3. aunque hay un consenso generalizado que muestra la importancia de incidir tanto en los procesos de enseñanza y aprendizaje, es decir en la pedagogía, como en lo que muchos denominan factores asociados, que incluyen las condiciones socio económicas de la población, el capital cultural familiar, la estructura organizativa de las instituciones, la disponibilidad de materiales educativos, el acceso a nuevas tecnologías y los modelos de gestión escolar. La complejidad del problema no puede abordarse exclusivamente desde una mirada académica o desde las fórmulas recomendadas por grupos de expertos. Por eso es indispensable involucrar en el análisis a quienes cotidianamente se ocupan de la tarea educativa: maestros, estudiantes, padres de familia y administradores de la educación en los niveles locales. Es allí, en cada municipio y vereda, en cada institución y en cada aula, donde se gestan las soluciones. Pero no basta ese nivel práctico del acto educativo, pues el hallazgo de fórmulas exitosas que hacen los maestros con sus estudiantes en las comunidades donde trabajan debe ser elaborado, compartido y generalizado, tal como ocurre en todas las profesiones, pues ello es lo que enriquece el saber colectivo y conduce a la construcción de un conocimiento social ampliamente compartido. Este propósito supone que en ciertos momentos todo ese inmenso conglomerado profesional pueda encontrarse en torno a un tema común, buscar lenguajes comunes y dar valor a los hallazgos que se realizan en diversos lugares a partir de una gran diversidad de concepciones teóricas y de estrategias prácticas. Este año la invitación se centra en el aprendizaje, en un contexto particular que marca la conmemoración del Bicentenario. Este marco contextual orienta la discusión hacia la revisión del camino que se ha recorrido desde 1810 en la gradual consolidación de las instituciones republicanas y en una búsqueda del desarrollo económico y social del país. Dado que los fundamentos más sólidos de los ideales de progreso de la humanidad se establecen a partir de la formación del capital humano, cualquier mirada hacia lo que fue el inicio de nuestra historia independiente y de lo que debe ser el futuro, la relación entre la educación y los grandes ideales de libertad, equidad y ciudadanía es por fuerza una mirada a la educación. En este documento se presentan algunas ideas cuyo fin es animar el debate público sobre la calidad de la educación, un rápido recuento de las tendencias más importantes en la pedagogía de las últimas décadas y un conjunto de sugerencias sobre la manera de conservar la memoria de los aprendizajes que tantos miles de maestros hacen con sus estudiantes en las aulas de clase. La conmemoración del Bicentenario de la Independencia A lo largo de toda la historia de los pueblos, las conmemoraciones constituyen un elemento fundamental de la cultura humana, pues ellas permiten que los miembros de la comunidad recuerden conjuntamente los acontecimientos cruciales que le confieren una identidad y un sentido de pertenencia. Conmemorar significa recordar conjuntamente. No se trata de la memoria individual, sino de la memoria extensa de aquellos hitos que a lo largo del tiempo determinan un
  • 4. destino común. Los seres humanos necesitamos con urgencia sentirnos parte de una comunidad que nos contenga, que nos provea de significados colectivos en torno a los cuales podamos comprender nuestra vida. Este año se ha dedicado a la conmemoración de la Independencia de Colombia y de muchos otros países americanos. No se trata, por supuesto, de un aniversario en el sentido estricto, pues la Independencia de la colonia española no se produjo en un solo día, a una hora determinada. Por el contrario, fue el resultado de un largo proceso social, de un conjunto de factores que condujeron a la construcción de nuevos ideales que constituyeron una nueva manera de concebir el destino común de todo un pueblo. Por eso, el Bicentenario no es la celebración de un hecho, sino el momento para hacer una especie de repaso colectivo de todo lo que ocurrió a lo largo de varias décadas de luchas, de confrontación de ideas, de construcción de ideales de libertad, de búsquedas inciertas de formas de gobierno y desarrollo de instituciones que marcaron el paso de un sistema monárquico a una sociedad capaz de autogobernarse. Durante todo el proceso de la Independencia hubo no solamente guerras, sino amplios procesos de participación social que fueron diferentes en las diversas regiones del país y tuvieron significados muy distintos para cada grupo social, para cada etnia. Durante este tiempo se fueron fraguando nuevas maneras de pensar, nuevas maneras de convivir, nuevos modelos de gobierno y de construcción de la política y la economía. La educación, la salud, los movimientos demográficos, el desarrollo de la ciencia, la construcción de las ciudades se fueron transformando después de los siglos de dominación colonial. Es indudable que el proceso de Independencia, desde las primeras sublevaciones de los comuneros del Socorro, hasta la consolidación de la República, después de los acontecimientos que marcaron la derrota militar de los españoles en 1819, es el período determinante de la construcción de nuestra identidad nacional. Allí, en esos procesos se encuentra el inicio de lo que somos hoy. Por eso es fundamental que todos los colombianos podamos unir esfuerzos para reconocernos y volver a buscar los ideales que permitieron que la lucha independentista se convirtiera en una gesta colectiva, más allá de los líderes que la animaron y llevaron a buen término. La conmemoración de la Independencia convoca a la formulación de miles de preguntas orientadas a clarificar una historia común que ha dado lugar a procesos muy diversos de identidades regionales y que a la vez que nos une en torno a lo que ha sido la consolidación de la nacionalidad, nos permite indagar sobre los factores que todavía marcan fronteras dolorosas con los ideales de equidad y convivencia que aún no logramos resolver. En efecto, la Independencia que se inició hace doscientos años, es un proceso que aún no culmina. Los principios filosóficos que la animaron constituyen la guía de una nación que cada día trabaja, produce riqueza y busca nuevos horizontes en el concierto de las naciones. Pero estos retos de origen, deben ser periódicamente retomados para contrastarlos con la realidad cotidiana que todavía no consigue liberar de las cadenas de la pobreza y la subordinación a muchos de los ciudadanos que constituyen el pueblo colombiano. El Foro Educativo Nacional de este año del Bicentenario es una invitación a toda la comunidad educativa del país, para vincularse a este ejercicio de la memoria. Una
  • 5. memoria activa, hecha de preguntas, de experiencias que den cuenta de las búsquedas que se hacen en jardines infantiles, colegios y universidades. La conmemoración de la Independencia en el sector de la educación es la apertura de una extensa conversación que permita sumar esfuerzos e identificar logros. Pero también se trata de una memoria que conduzca a visualizar nuevos rumbos, a corregir rutas equivocadas, a reafirmar principios y a consolidar una identidad que se fortalece en la búsqueda de los grandes ideales que dieron lugar a la constitución de una nación ansiosa de libertad y respeto por los derechos de todos sus ciudadanos. A través de las diferentes actividades que se programen en las instituciones educativas, en los municipios y en los departamentos, los niños, los jóvenes y los maestros tendrán oportunidad de sentirse miembros activos de una comunidad humana, responsables del cuidado y protección de un territorio, partícipes de los procesos políticos que afectan la vida de todos. En sus reflexiones tendrán oportunidad de apreciar todo lo que se ha logrado progresar en el período de vida republicana, pero también todo lo que hace falta para conseguir retos más altos. A través de sus proyectos pedagógicos podrán hallar nuevas maneras de abordar el conocimiento. Y todo este trabajo podrá compartirse en muy diversos momentos y espacios que culminarán en el foro nacional que se realizará en el mes de julio. Pero este foro no puede ser el final de la conmemoración. Por el contrario, lo que se tendría que lograr es que apenas sea el inicio de una reflexión duradera, que de año en año permita hallar nuevos modelos de enseñar y aprender, que abra a todos los niños, niñas y jóvenes la oportunidad de descubrir su historia, sus raíces y los elementos fundamentales que garantizan su derecho fundamental a tener una nacionalidad. Para que este derecho fundamental se cumpla no basta con haber nacido en un país o tener un documento de identidad. También es necesario sentir que hay unos significados profundos que se comparten con el resto de la comunidad humana que constituye la nación. Por eso el aprendizaje de la historia es mucho más que conocer acontecimientos, fechas o personajes: lo fundamental es ir a través de todos esos datos al significado del destino común. La historia le confiere sentido a la vida individual, en tanto que permite hallar un lugar en el mundo, comprender el origen de todo el progreso logrado y muchas de las causas de lo que aún atenta contra la posibilidad de convivir en paz e igualdad. La discusión sobre la calidad No resulta sencillo definir la calidad de la educación, pues si bien no hay duda de que ella determina en muy alto grado el nivel de vida de la población, el proceso depende de una compleja red de factores culturales, políticos, científicos y administrativos que interactúan de formas muy variadas. Según la óptica que se asuma, los elementos de calidad de la educación son diferentes y deben su evaluación requerirá instrumentos muy diferentes. Hay, por lo menos cuatro grandes perspectivas que conviene poner en la mesa de discusión. 1 Si la educación es la base fundamental en el desarrollo de una sociedad orientada a ideales de equidad, igualdad, convivencia y consolidación de las instituciones que garantizan el derecho de los ciudadanos a la plena realización de sus capacidades, la
  • 6. forma de hacer un juicio sobre la calidad de la educación, tendría que ser la observación de los grandes indicadores del desarrollo humano. Una sociedad como la nuestra en la cual sigue habiendo una profunda desigualdad, altos niveles de pobreza y exclusión, tasas de desempleo muy altas a lo largo del tiempo, corrupción extendida en el sector público y en el privado, inseguridad en los campos y las ciudades, bajas tasas de participación política y deficiente e inoportuna operación de la justicia, nos está diciendo que la calidad educativa ha sido muy pobre en el último siglo, pues no ha logrado que sus ciudadanos incorporen en su saber y su actuar valores éticos, capacidades de convivencia y destrezas administrativas que permitan la creación de consensos culturales para hacer las profundas reformas que se requieren para incorporar a todos los ciudadanos en la tarea de crear riqueza, no sólo material sino humana. 2 Si la mirada se restringe un poco más y se pretende apreciar el resultado de la educación que se imparte a partir de la acumulación y producción de conocimiento, sería necesario dirigir la mirada a nuestras universidades, al número de profesionales y científicos con que cuenta el país, al tipo y cantidad de investigación que se realiza, al número de patentes registradas y a la capacidad de competir en campos avanzados de la industria y la producción con otros países. También en este renglón tenemos rezagos importantes con respecto a países de similar nivel de desarrollo, aunque es indudable que se han hecho avances importantes en la última década. Hay unas cuantas universidades de muy buen nivel, aunque ninguna de ellas aparece entre las más destacadas del continente. La investigación se ha desarrollado. Las tasas de cobertura en educación superior han crecido hasta los promedios de los países de la región. Las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones se han difundido rápidamente y hay una expansión importante en los programas de maestrías y doctorados. Sin embargo, hay problemas muy graves que tienen que ver con la calidad, como la gran desigualdad entre las instituciones en relación con los programas que ofrecen, lo cual incide en una tendencia a perpetuar la desigualdad por la diferencia de oportunidades que tienen quienes logran el privilegio de asistir a una muy buena universidad, con respecto a los que sólo consiguen una muy mediocre. También hay problemas relacionados con las altas tasas de deserción, que si bien responden a una multitud de factores, sin duda tienen mucho que ver tanto con la calidad misma de las universidades, como con la calidad de la educación secundaria y media. 3 En una tercera perspectiva, la calidad puede apreciarse desde los procesos de organización, gestión y financiación del sistema. Este suele ser el tema más frecuente de discusión, pues apunta a la evaluación y juicio sobre las políticas públicas, las prioridades que definen los gobiernos, la legislación, la forma de asignar recursos, los criterios para asignar prioridades, los mecanismos de contratación de los maestros, la evaluación de resultados y los planes y proyectos orientados al mejoramiento de la calidad. Las responsabilidades que corresponden a los gobernantes y legisladores en la orientación del sector implican la búsqueda de equilibrios muy complicados, ya que de una parte es indispensable asegurar la disponibilidad, acceso, permanencia y calidad para toda la población en edad escolar, desde la primera infancia hasta la conclusión de la educación básica y media, así como la ampliación de la oferta en educación superior, y de otra parte asignar recursos que siempre son escasos. Esto implica la búsqueda de
  • 7. estrategias de administración y gestión que muchos consideran lesivas para la calidad. Temas como la fusión de instituciones, el aumento del promedio de estudiantes por profesor, planes agresivos de ampliación de cobertura como la doble jornada, financiación por capitación y contratación de la educación o los avances en gratuidad que se vienen dando por regiones, siempre serán objeto de polémica y discusión en el ejercicio democrático, pues tienen que ver con concepciones del Estado y, por tanto, de la discusión política. Sin embargo, y a pesar de las grandes diferencias que existen en torno a todos estos temas, no puede negarse que hoy hay muchos más colombianos que tienen acceso a la educación formal, que el número de jóvenes que terminan su bachillerato ha crecido substancialmente y que la educación de la primera infancia comienza a generalizarse gradualmente. También es importante apreciar los progresos en las tasas de retención y promoción, así como una mayor cobertura en la educación superior. Incluso, una mirada longitudinal en los resultados de las pruebas de estado, apunta a un mejoramiento en los resultados de aprendizaje a lo largo del tiempo. De igual manera aparecen dificultades como el incremento de manifestaciones de violencia escolar, desmotivación de los estudiantes frente al aprendizaje, deserción y fenómenos como el embarazo de adolescentes que suscitan la reflexión sobre el tipo de educación que se requiere en tiempos de fuertes cambios culturales. 4 En el nivel de la cotidianidad, la calidad de la educación se define en la institución educativa mediante la relación pedagógica que se establece entre estudiantes y maestros. Allí el asunto central es la organización institucional, su gestión, los planes de estudio, los modelos de evaluación, el clima escolar, la participación de los miembros de la comunidad educativa, la profesionalidad de los educadores y la mediación que todos estos componentes de la vida escolar realizan con el conocimiento de la cultura universal, el desarrollo de los valores ciudadanos y la posibilidad de construir proyectos de vida ambiciosos desde la vida y el contexto propio de cada uno de los estudiantes. En esta perspectiva, la calidad es el resultado de acciones comunicativas que se inician en la primera infancia y siguen con el desarrollo evolutivo de los niños y niñas, creando en ellos el gusto por el conocimiento, el descubrimiento de sus potenciales y talentos, el desarrollo de su afectividad y la consolidación de su autonomía para poderse convertir, a lo largo de los años, en ciudadanos conscientes de sus responsabilidades y derechos, y personas con las capacidades y competencias para insertarse en el mundo de la cultura y del trabajo. Cuando se miran las instituciones, es posible observar que en contextos similares se dan enormes diferencias entre unos colegios y otros. En un mismo entorno social y cultural puede haber instituciones con resultados excelentes, no sólo en lo académico, sino en todos los aspectos relacionados con la formación integral de los niños y jóvenes, mientras otras muestran dificultades de toda índole: conflictos entre los miembros de la comunidad, desmotivación y tasas altas de fracaso y abandono escolar. Estas diferencias se relacionan con las características de las personas, la capacidad de los maestros para trabajar en equipo y, desde luego con los estilos de dirección de las instituciones. El mejoramiento de la calidad en el ámbito institucional es, sin duda, el eje de la reflexión pedagógica y profesional de los maestros, ya que difícilmente se puede convertir en norma universal. Desde luego, las políticas públicas, las oportunidades generales que ofrece la sociedad a los ciudadanos, las condiciones de
  • 8. aislamiento en que viven muchas regiones, los contextos de violencia social, las condiciones socioeconómicas de las familias y los mecanismos de gestión local del sistema influyen en los procesos institucionales, pero no determinan de manera definitiva la calidad de lo que ocurre en las aulas. Colegios con todos los recursos imaginables pueden ser de muy mala calidad, así como colegios que trabajan con inmensas restricciones logran muchas veces excelentes resultados. Por supuesto, la disponibilidad de recursos, la satisfacción laboral de los maestros y la buena administración del sistema ayudan a mejorar, pero de nada sirve todo esto si los procesos pedagógicos son inadecuados y no responden a las características y expectativas de los estudiantes y sus familias. Como puede apreciarse en estas cuatro miradas, la calidad no es un concepto simple, susceptible de ser reducido a la aplicación de unas pruebas anuales. Por el contrario, es tan complejo como la sociedad misma. Tiene que ver con una visión de país, con unas características culturales, con una historia colectiva, con valores éticos, con posiciones políticas, con conceptos de desarrollo económico y con habilidades profesionales que se realizan día a día en cada institución y en cada aula. El Foro Educativo Nacional de este año nos ubica en una perspectiva histórica que mira al pasado para reconocer los logros del presente y proyectar nuevos sueños de sociedad, centrando la mirada en esa construcción cotidiana que hacen los maestros con sus estudiantes en el acontecer pedagógico. Por eso cuando se habla de competencias en este contexto, se hace referencia a todos los aprendizajes que permiten que la información, el intercambio de ideas, las relaciones interpersonales y la convivencia se conviertan en herramientas individuales y colectivas para la realización de ambiciosos proyectos de vida. Es muy alentador observar que cada vez más sectores sociales se interesan por la calidad de la educación. Con frecuencia hay artículos de opinión, estudios y debates políticos en torno al tema. Algunos tienden a tener una visión pesimista, teniendo como punto de referencia los resultados que ha obtenido Colombia en pruebas internacionales. Quienes se ocupan de temas económicos consideran que el país le ha dado mayor importancia al gasto militar que a la inversión en educación. También hay preocupación cuando se comparan los resultados de las pruebas de estado y se constata el rezago relativo de ciertas regiones o de la educación oficial con respecto a la educación privada. Hay quejas muy grandes sobre lo que parece haber sido un abandono histórico de la educación inicial o sobre el bajo presupuesto asignado a las universidades públicas. Sin duda, todos estos son problemas reales que deben convertirse en desafíos que deben ser superados en un plazo relativamente corto y que constituyen temas fundamentales en la discusión democrática del país. De otro lado hay también sectores en los cuales prevalece una visión muy optimista, partiendo del incremento notable en las cifras de cobertura, la estabilidad que se ha logrado en muchas entidades territoriales en la gestión educativa, la gradual renovación y ampliación de la infraestructura escolar, el acceso a las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones o el aumento notorio en la creación y consolidación de grupos de investigación. También hay avances importantes en la atención al preescolar y en los mecanismos de vinculación de los maestros del sector oficial.
  • 9. Algunas entidades territoriales han tomado un papel muy activo en el desarrollo de programas que impulsan la calidad, con participación del sector académico, las organizaciones de la sociedad civil y los empresarios. También estos datos son reales y conducen a la necesidad de consolidar los avances y mantenerlos a pesar de los cambios de gobiernos y administraciones. Al centrarse en las instituciones educativas el balance es tan diverso como la diversidad de las regiones del país. Pero también hay grandes diferencias de apreciación sobre la calidad de la enseñanza, la pertinencia de los planes de estudio, la capacidad de los maestros para entusiasmar a sus alumnos frente al mundo del conocimiento. Hay quienes ven el Apocalipsis, el deterioro profundo de la educación básica, la pérdida de los valores, el autoritarismo de los maestros y la incapacidad de innovar. Desafortunadamente, muchos sectores sociales siguen teniendo una percepción negativa de los maestros oficiales, en el marco de la indeseable polarización política que se ha acentuado en el país. Sin embargo, los datos objetivos que provienen de los foros, encuentros y eventos en los cuales se presentan y discuten experiencias pedagógicas muestran que hay un ánimo de renovación y búsqueda que envidiarían muchos países. Nuestros educadores trabajan muchas veces en condiciones muy difíciles por causa de la violencia política y de la violencia generada por grupos de delincuencia común que abundan en las zonas más pobres de las grandes ciudades, y allí logran resultados sobresalientes en los procesos de formación de sus estudiantes. Hay mucho aprendizaje realizado en la atención a niños que han vivido el desplazamiento o que sufren de problemas serios de discapacidad. Se ha aprendido mucho en relación con la atención a los grupos étnicos que habitan el país, especialmente en las regiones más apartadas. Sin duda, el nivel de formación de nuestros maestros es mucho mejor que el que se tenía dos décadas atrás. Queda claro, pues, que la educación siempre será una preocupación central del desarrollo de la sociedad, y también que siempre habrá un debate abierto sobre el cual no hay acuerdos fáciles ni absolutos. Pero también es importante ver el cuadro completo, pues hay demasiado esfuerzo social invertido en lo que tenemos y es justo reconocer tanto los avances como los retos pendientes. “En nuestra opinión, es de toda evidencia que la ley debe arreglar la educación y esta debe ser pública. Pero es muy esencial saber con precisión lo que debe ser esta educación, y el método que conviene seguir. En general, hoy, no todos están de acuerdo acerca de los objetos que debe abrazar; antes por el contrario están muy lejos de ponerse de acuerdo sobre lo que los jóvenes deben aprender para alcanzar la virtud y una vida más perfecta. Ni saben aún a qué debe darse la preferencia, si a la educación de la inteligencia o a la del corazón” El texto anterior, que podría servir perfectamente para iniciar el Foro Educativo Nacional, fue escrito por Aristóteles en el Libro de La Política en el siglo IV antes de Cristo. De dónde venimos y para dónde vamos.
  • 10. La reconstrucción de la memoria colectiva es fundamental, pues se constituye en un punto de referencia que permite apreciar las tendencias que la sociedad sigue en el desarrollo de soluciones a sus problemas más sentidos. Por esto es tan importante reconocer el esfuerzo que han hecho en Colombia muchísimos investigadores que han centrado su atención en la historia de la educación y la pedagogía. Los numerosos estudios publicados permiten apreciar el interés que este tema tuvo desde los albores de la Independencia. Resulta apasionante constatar las diferencias en los planteamientos de Bolívar y Santander en relación con lo que debía ser el proceso educativo en la República, los modelos de administración que alentaron los primeros esfuerzos de universalización de la educación primaria, el papel que tuvo el sector privado, los debates públicos que se realizaron en el siglo XIX, la intervención de la Iglesia, el surgimiento de las universidades… Del mismo modo, es muy interesante repasar los textos y testimonios sobre la manera de entender la pedagogía, pasando por las concepciones roussonianas, los modelos lasallistas, los colegios de los jesuitas, las primeras escuelas públicas estatales, la educación indígena o los criterios diferenciados para la educación de los hombres y las mujeres. A través de este amplio espectro de búsquedas y luchas de poder aparece el rol de los maestros, la fragilidad originaria de sus condiciones laborales y el interés de los diversos poderes civiles y eclesiásticos por definir sus calidades morales, antes que sus calidades intelectuales. También hay estudios muy valiosos sobre los textos escolares, los manuales de urbanidad y los tratados de didáctica, en los cuales aflora la concepción de la ciencia, la lengua, la historia y la psicología infantil de la época. Siguiendo este recorrido histórico es posible acercarse a una concepción de la infancia, el conocimiento, la estructura de la sociedad, la economía y el mundo del trabajo. También afloran las concepciones sobre la formación cívica, la participación política y los ideales éticos que debían ser difundidos desde los primeros niveles escolares. A lo largo de todo el siglo XIX, se instala en Colombia un modelo educativo que se alimenta de la tradición europea, reproduciendo muchos de los paradigmas que, a partir del siglo XVII, dieron origen a las escuelas infantiles con sus sistemas de autoridad, sus currículos, sus modelos arquitectónicos, sus rituales y sus concepciones sobre el aprendizaje. A partir de este aparato de instrucción, el país se inserta en la corriente de progreso y civilidad que predomina en Europa y se expande por toda América Latina. No son extrañas las misiones extranjeras, la influencia de las órdenes religiosas del viejo continente y el uso de textos y tratados elaborados en Francia, España o Inglaterra. Del mismo modo, el siglo XX recoge la influencia de los innovadores europeos y comienza la búsqueda de caminos propios que dan lugar a la aparición de pedagogos que piensan el nuevo país desde otras ópticas y generan experiencias educativas novedosas. Con el siglo XX nace en Europa lo que se ha llamado “la escuela nueva”. También conocida por diferentes autores como Escuela Activa, "Nueva Educación" o incluso "Educación Nueva", es un movimiento pedagógico surgido a finales del siglo XIX. Algunos autores distinguen en este movimiento una subcorriente o corriente ya posterior y de carácter más liberal aún a la que denominan Escuela Moderna. Este movimiento criticaba el papel del profesor, la falta de interactividad, el formalismo, la importancia de la memorización (contraria a la construcción o la significatividad), la
  • 11. competencia entre el alumnado y, sobre todo, el autoritarismo del maestro. Proponía a un alumnado activo que pudiese trabajar dentro del aula sus propios intereses como persona y como niño. La primera contribución por orden cronológico, si no en importancia, fue la constituida por las llamadas escuelas nuevas, es decir, instituciones escolares de vanguardia fundadas y dirigidas por profesionales innovadores. Sin embargo, se considera como precursor del movimiento y primer fundador de una escuela verdaderamente nueva en más de un sentido, al ruso León Tolstoi (1828-1910), uno de los más grandes novelistas del siglo XIX. En 1859 Tolstoi abrió en su finca de Iásnaia Poliana una escuela para los hijos de sus campesinos basada en el principio que dice así: "mientras menor sea la constricción requerida para que los niños aprendan, mejor será el método". En realidad, este "anarquismo pedagógico" de Tolstoi, como se le llamó despectivamente, más que en la confianza en la expansión libre de las potencialidades del alma infantil, se basaba en la desconfianza más absoluta hacia la "pedantería autoritaria" de los adultos: "dejen que los niños decidan por sí solos lo que les conviene. Lo saben no menos bien que vosotros".1 En la primera década del novecientos aparecen María Montessori, en Italia, y Ovide Decroly, en Bélgica. Ambos provenientes del área de la salud, se ocupan de la educación infantil recurriendo a criterios científicos que toman en cuenta las características evolutivas de los niños y plantean métodos pedagógicos que respondan a sus necesidades y formas de aprendizaje. Muy pronto (1914) inicia sus actividades el Gimnasio Moderno y las nuevas concepciones de la pedagogía se materializan en Colombia lideradas por Agustín Nieto Caballero, un joven bogotano de formación europea, empapado de las nuevas corrientes pedagógicas que recorrían el viejo continente y Norteamérica, y adalid de la escuela nueva, particularmente de las propuestas pedagógicas de Montessori y Decroly. A lo largo de la primera mitad del siglo el movimiento de renovación escolar se enriquece con los aportes de Freinet (Francia), Makarenko (Rusia) y Neill (Inglaterra), que desde la práctica pedagógica directa, en las aulas, dan lugar a modelos que privilegian la capacidad de los niños para construir su propio conocimiento a través del trabajo y la participación activa en su propio proceso educativo. Paralelamente a los esfuerzos prácticos de los renovadores, hay un gran movimiento de ideas sobre la educación, con sus diferencias y contradicciones, con sus énfasis en aspectos políticos (Gramsci), psicológicos (Piaget, Vigotsky y Skinner), sociológicos (Durkheim, Berstein) o antropológicos (Mead), van consolidando un saber científico y teórico que se incorpora a la búsqueda de nuevos modelos educativos que tengan en cuenta no solamente los procesos de aprendizaje de los niños, sino su entorno socio económico, los fines de la educación en relación con la organización de la sociedad, las condiciones culturales en las cuales se enmarca la acción educativa, el respeto a la diversidad étnica, la garantía de los derechos fundamentales de la persona. Todas estas corrientes de pensamiento se incorporan a través de las universidades (especialmente con la creación de la Universidad Pedagógica), los educadores privados 1 Escuela Nueva, Wikipedia.
  • 12. y las organizaciones del magisterio, a la formación de los maestros y maestras y hacen parte de un extenso repertorio de nuevos saberes que alimentan el trabajo cotidiano. Sin embargo, es importante señalar que a pesar de la extensa literatura que circula sobre las nuevas tendencias de la educación, la revaloración de las capacidades infantiles y la necesidad de sustituir los modelos tradicionales autoritarios y memoristas, se mantiene la tendencia a conservar las prácticas escolares del siglo XIX. Este fenómeno, que muestra una tremenda resistencia al cambio, tiene muchas explicaciones que van desde la forma como se organiza el Sistema Educativo desde el Estado, hasta los modelos de formación de los maestros que se desarrollan en las universidades. Pero también es muy importante tener en cuenta muchos estudios que apuntan a modelos de aprendizaje por imitación que tienen mayor fuerza que todos los conceptos y teorías que circulan en libros y manuales, y están determinados por la ritualidad de las instituciones educativas. Esto significa que muchos maestros no enseñan como les dicen en su formación académica que lo deben hacer, sino que tienden a enseñar como les enseñaron. Pero adicionalmente, la persistencia de los modelos viejos es reforzada por las formas de organización escolar, los currículos, los sistemas de evaluación y otras restricciones administrativas se convierten en camisas de fuerza para la innovación. En este contexto contradictorio, Colombia sigue buscando salidas a la necesidad de ofrecer una educación de alta calidad para las nuevas generaciones, teniendo en cuenta la necesidad de incorporar a toda la población en un país que requiere consolidar su democracia, su capacidad de ofrecer oportunidades equitativas a todos y su necesidad de insertarse en un mundo globalizado en condiciones de competitividad. Por esto es importante hacer un recuento rápido de algunos de los más importantes movimientos pedagógicos de las últimas décadas, pues algunos de ellos apenas están registrados en la memoria de los maestros y maestras que han sido protagonistas de esta suerte de apuestas y todavía su proximidad en el tiempo no permite valorar su importancia relativa en esta larga línea del tiempo. A partir de los años sesenta comienza a hacerse más relevante el papel de los maestros en la búsqueda de alternativas que contribuyan al desarrollo pedagógico, a la vez que se fortalece la organización sindical. La organización de los maestros da lugar a movimientos reivindicativos muy importantes, que permiten avanzar en la profesionalización de los educadores, mejorar su formación y establecer un sistema de remuneración que reconozca su experiencia y su formación. A mediados de los años setenta se consigue la expedición de un estatuto profesional nacional para los maestros vinculados al Estado. De otra parte, se generan reformas trascendentales encaminadas a la ampliación de la cobertura, que dan lugar a la nacionalización de la educación y al establecimiento de dobles jornadas para aprovechar la infraestructura disponible, especialmente en las grandes ciudades, en la creación de nuevos cupos. Estas situaciones generan grandes tensiones, pues si bien es indispensable idear formas para ofrecer el servicio educativo a millones de niños que no tienen oportunidades de estudiar, también se considera un golpe irreparable a la calidad la reducción del tiempo de permanencia en la escuela. Por la misma época surge el Programa de Escuela Nueva que se propone incidir en el mejoramiento de la calidad en las escuelas rurales, donde con frecuencia un maestro
  • 13. tiene que ocuparse de varios grados escolares, sin contar apenas con recursos para su trabajo. Posteriormente este programa, que se inicia de manera experimental por iniciativa privada, se expande como un programa nacional impulsado y financiado por el Ministerio de Educación. A través de la Escuela Nueva se produce un importante desarrollo en la formación de los maestros, con modelos claramente inspirados en las concepciones y prácticas de la escuela activa. La experiencia generada por los maestros colombianos a través de su trabajo en el sector rural, hoy es un modelo que ha sido replicado en muchos países. De otra parte, el movimiento magisterial y la necesidad de renovación surgida de cientos de experiencias individuales o de pequeños grupos de maestros y maestras con niveles profesionales obtenidos en las universidades, culminan en la creación del Movimiento Pedagógico. Es la primera vez que en el país las organizaciones de los maestros, agremiados en un sindicato nacional, ponen como prioridad de su acción colectiva la renovación pedagógica, esencia de su qué hacer profesional. A partir del Congreso Pedagógico de 1987, se produce una efervescencia de propuestas, experiencias, modelos de organización escolar y generación de escritos que son recogidos en las distintas publicaciones que surgen en el país en la última década del siglo XX y que recogen el pensamiento y las propuestas de los maestros. Una primera respuesta significativa del Estado colombiano al ánimo innovador que se respiraba a comienzo de los ochenta, fue el Decreto de Innovaciones Educativas de 1986, que invitaba a todos los educadores a introducir los cambios que se consideraran oportunos para adaptar las formas de enseñanza, los modelos de organización escolar y los contenidos curriculares a las necesidades específicas de las comunidades. Esta norma daba la posibilidad de iniciar un camino hacia la autonomía institucional, en materia pedagógica, más allá de la minucia reglamentaria que ha caracterizado el sistema educativo del país. Se decía en el decreto, que para desarrollar una innovación bastaba con notificar a las autoridades. La combinación de esta norma y la creación del movimiento pedagógico, dieron lugar a una proliferación de iniciativas en todas las regiones, y se recibieron cientos de propuestas que mostraban, de manera concreta, la inmensa capacidad de renovación que tenía el sistema desde el aporte de los maestros en su ejercicio profesional. También es necesario decir que muchas de las propuestas e iniciativas tenían un nivel muy precario en su forma de presentación y su alcance teórico y metodológico, por lo cual no era sencillo convertirlas en un conjunto comprensible de saber acumulado, susceptible de evaluación y réplica. Probablemente esta circunstancia dio lugar a otros movimientos que se han ido generalizando. Uno de ellos, muy significativo, ha sido el desarrollo de modelos de investigación pedagógica que tienden a la formación de “maestros investigadores”. En esta dirección tuvo un papel preponderante la Fundación FES, que junto con Colciencias y el Ministerio de Educación, lideró durante cerca de diez años grandes proyectos nacionales de innovación basada en la investigación, entre los cuales figuran Atlántida y Pléyade, que se ocuparon de la situación del adolescente escolar y del desarrollo de la investigación en la escuela primaria. Durante este tiempo circuló en todo el país la revista Alegría de Enseñar, que recogía la experiencia pedagógica de los colegios. Colciencias, por su parte, muy interesada en el tema de la enseñanza y aprendizaje de la ciencia desarrolló el Programa Cuclí-Cuclí, que convocó un grupo de excelencia en los
  • 14. diversos campos del pensamiento científico y produjo un extensa colección de materiales educativos que fueron acompañados por procesos de formación de maestros de todo el país. De la fusión posterior entre Cuclí y Pléyade, surgió en el año 2001 el Programa Ondas, que convoca a niños y niñas de todo el país, para que en compañía de sus maestros desarrollen proyectos de investigación que posteriormente son socializados entre ellos, dando lugar a la constitución de pequeñas comunidades científicas infantiles y juveniles. En 1994, se expide la Ley General de Educación, que desarrolla los lineamientos de la Constitución de 1991. Este es un acontecimiento fundamental en el transcurso de los grandes cambios que se generan en la educación nacional. Entre los puntos más importantes de la ley se pueden mencionar la ampliación del período de educación obligatoria a diez años, el establecimiento de mecanismos de participación de la comunidad educativa, la definición de mecanismos de organización y autonomía escolar y la ampliación de los fines de la educación en Colombia. Un mandato central de la nueva ley, inscrito en los mecanismos de participación, es la obligación que se asigna al Ministerio de Educación Nacional de convocar a todos los sectores del país para la elaboración de planes decenales que permitan establecer objetivos y metas de largo plazo que garanticen la continuidad de las políticas a lo largo de períodos de tiempo que no estén restringidos a la duración de los gobiernos. Este precepto a dado lugar a la elaboración de dos planes decenales en los cuales ha habido una enorme participación de educadores, estudiantes, padres de familia y representantes de todos los sectores de la sociedad. A raíz del primer Plan Decenal se generó el Programa de Expediciones Pedagógicas, que permitió que miles de maestros intercambiaran experiencias, viajaran por el país conociendo el trabajo de las escuelas y recogieran el resultado de sus observaciones en diversos documentos que han sido publicados. El programa ha sido apoyado por universidades, organizaciones del magisterio, el Ministerio de Educación Nacional y otras instituciones. A la Ley General de Educación debe añadirse otro elemento muy importante que también surge de la Constitución del 91, que es el proceso de descentralización, que en el sector educativo conduce a la autonomía de las regiones en el manejo administrativo de los recursos y, gradualmente, abre la puerta al desarrollo de iniciativas departamentales y municipales para establecer planes y programas que contribuyan al desarrollo de la calidad. A partir de estas nuevas condiciones algunas regiones han impulsado iniciativas muy importantes que constituyen nuevos paradigmas de la gestión local. En ciudades como Bogotá y Medellín, las administraciones han logrado avanzar hacia la integración de redes de Bibliotecas con el sistema escolar. Pero en muchas otras entidades territoriales, con menos recursos financieros, también hay iniciativas que inciden sobre aspectos específicos como el desarrollo de competencias científicas, planes de articulación de educación media y superior, constitución de sistemas locales integrados y una serie de valiosísimas experiencias imposible de enumerar sin incurrir en omisiones. Hay aportes muy significativos desde las escuelas normales, la etnoeducación, la integración de niños con necesidades especiales, la atención a niños desplazados por el conflicto, la educación de adultos…
  • 15. En los últimos años, el Ministerio de Educación Nacional ha diseñado y propuesto y desarrollado, junto con las comunidades educativas de todo el país muchos proyectos de un gran alcance que promueven la participación creativa de estudiantes de educación básica, media y superior. Se destacan entre estas propuestas, por su dimensión pedagógica, el Concurso Nacional de Cuento, que ya va en su cuarta convocatoria; el Programa Historia Hoy que, tomando como pretesto la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, invita a una reflexión sobre la enseñanza y el aprendizaje de la historia; y el Programa de Expediciones Botánicas Siglo XXI, que con motivo de la conmemoración de la expedición liderada por Mutis, convoca a un reconocimiento activo de la riqueza biológica de las diversas regiones del país. Después de este rápido recorrido por lo que ha sido una búsqueda educativa persistente a lo largo de doscientos años de historia, es bastante claro que las ideas directrices mantienen una cierta línea de desarrollo coherente con la necesidad de cambios profundos en la concepción de la infancia, los métodos de aprendizaje y enseñanza, los modelos de organización escolar y los modelos de evaluación del aprendizaje. Es claro también que el mejoramiento de la calidad no puede ser el resultado de un esfuerzo aislado de los maestros, pero sin su aporte intelectual y su dedicación individual y colectiva cualquier acción del Estado resulta infructuosa. No hay duda de que en los próximos años, en las próximas décadas, la sociedad colombiana deberá examinar cuidadosamente el valor que se da a la educación de las nuevas generaciones, y ello tendrá que reflejarse en los recursos financieros que se asignen al sector. Cada vez las entidades territoriales deberán ser más activas en el diseño de estrategias de calidad propias y adecuadas a sus condiciones particulares de desarrollo. Las instituciones educativas de todos los niveles del sistema tendrán que asumir la responsabilidad de ajustar su organización y sus métodos pedagógicos a las necesidades y características de sus estudiantes. La educación de una sociedad es una compleja labor que exige la combinación de esfuerzos en todos los niveles e instancias y por ello la participación de todos los actores sociales es fundamental. Los foros educativos anuales, previstos por la ley, tienen como propósito poner en común los hallazgos, los avances y los retos que cada comunidad se han propuesto. Pero es tan extenso el horizonte de temas particulares que componen este inmenso mosaico, que esa reflexión no es posible sino enfocando algunos asuntos neurálgicos que permitan facilitar la conversación, unificando preocupaciones, construyendo lenguajes y aprendiendo juntos. En el caso del Foro Educativo Nacional de este año 2010, en el contexto del Bicentenario, la invitación es a reflexionar sobre los cambios urgentes que requiere nuestra educación en lo que se refiere a los procesos de aprendizaje y enseñanza. El repaso de la historia reciente tiene un significado muy particular, pues nos muestra que los cambios en materia pedagógica llevan mucho tiempo. A nadie se le puede ocurrir que un cambio en ese campo puede realizarse a partir de un día, o gracias a una norma legal. Se trata de un cambio cultural que supone cambios profundos en la manera de pensar el mundo, en las formas de trabajo, en la concepción del conocimiento y en la estructura de las relaciones sociales.
  • 16. El repaso de las iniciativas, experiencias y proyectos innovadores generados por los maestros, los gobiernos o las organizaciones de la sociedad civil, harían pensar que ya hay un gran trecho del camino recorrido. Pero los resultados de las pruebas nacionales e internacionales parecieran indicar que todavía estamos muy atrás. De una parte se ha avanzado mucho, en la medida en que muchísimos educadores comparten y participan de las ideas más avanzadas en educación, pero de otro lado se sigue observando una terca persistencia de los modelos más tradicionales en el qué hacer cotidiano. Un eje común en todos los procesos de renovación enumerados, es la necesidad de involucrar a los niños y jóvenes en un aprendizaje activo, que les permita hacer del conocimiento una herramienta útil para la vida. El concepto de competencia se ha ido desarrollando a lo largo de los últimos años como una forma de comprender lo que se pretende conseguir a través de los años de escolaridad. No se trata de aprender de memoria fórmulas y algoritmos matemáticos, sino encontrar sentido al desarrollo del pensamiento matemático por las posibilidades que ofrece en el desarrollo de la propia vida. Saber un montón de acontecimientos y fechas históricas no es el propósito de la enseñanza de la historia, sino comprender la importancia del acontecer histórico para entender el mundo en que se vive, para interrogar sobre los fenómenos sociales, para proyectar un mejor futuro pensándose en el tiempo. Otro tanto puede decirse de la ciencia, cuyo modo de construirse es el interrogar continuo sobre el mundo y el desciframiento de sus secretos a través de la investigación. Y antes que todo, y como herramienta humana primordial, la capacidad de comunicarse, de expresar ideas y sentimientos a partir de la lengua, de otras lenguas, de lenguajes simbólicos que nos permiten crear nuevos universos. Estas capacidades, habilidades, destrezas son las que nos convierten en personas “competentes”, capaces de generar ideas, adquirir y usar información, interpretar datos, expresar sentimientos, hacer descubrimientos, inventar soluciones a problemas, comparar puntos de vista, transformar realidades… mucho más que responder exámenes. El aprendizaje por competencias plantea, entonces, nuevas formas de relación entre los maestros y sus estudiantes, métodos de trabajo más activos, uso de materiales y tecnologías de manera productiva, experiencias de organización institucional, fortalecimiento de aspectos personales que refuerzan la autoestima y la autonomía… En esta perspectiva la información seguirá siendo muy importante, pero no para aprenderla de memoria, sino para saber buscarla, organizarla, discriminar cuál es la más relevante, interpretar su significado en diversos contextos. En el aprendizaje por competencias son más importantes las preguntas que las respuestas, es posible tener respuestas diferentes a las mismas preguntas, es más valiosa la divergencia de interpretaciones que la unificación de verdades. Aprender a discutir y argumentar, formular hipótesis, verificar datos debe ocupar el lugar que antes ocupaba la repetición tediosa de información, la angustia por recordar la respuesta correcta a la pregunta de la evaluación. Por todas partes, muchísimos ya vienen trabajando de este modo, porque la historia, la formación profesional y la experiencia han hecho su tarea, transformando concepciones y prácticas. La convocatoria al foro educativo de este año es para hacer público este paso crucial de un ayer pedagógico a un hoy renovado y un mañana en el cual tengamos más y más saber acumulado, de donde puedan alimentarse las nuevas generaciones de niños, niñas, jóvenes y educadores. Pero también el Foro debe provocar e invitar a quienes todavía se resisten al cambio porque sienten que fue mejor como los educaron a
  • 17. ellos, porque tienen temor de explorar nuevos caminos o porque no tienen la dosis de pasión que se requiere para asumir riesgos y salirse de los senderos conocidos. Francisco Cajiao Restrepo Abril de 2010